Septiembre conmovió al país. La pobreza, obligada a la autoconstrucción en la orilla de las ciudades, y la impunidad, materia prima de la corrupción, saltaron al escenario. Y también la gente desachicada. brinda una revisión de la organización popular tras los sismos de 1985 y 2017. Las de este número son voces contra el olvido; invitan a la batalla, remendando la memoria, cantando el encuentro con el otro.

No.

ENTRADAS

Lecciones políticas
del sismo de 1985
Testimonios de vecinos
de la colonia Guerrero






Septiembre conmovió al país. A un mes del sismo de 2017, se anunció, oficialmente, que afectó a 12 millones de personas en 12 estados; que hay que edificar 180 mil viviendas, y que la reconstrucción costará unos 48 mil millones de pesos. En estas circunstancias, el Abierto Mexicano de Diseño organizó una mesa redonda en el Museo Nacional de Arte. Hablaron vecinos de la colonia Guerrero, dando su testimonio sobre la organización social y la reconstrucción de la Ciudad de México en 1985.


Cecilia Barraza. –Hace un par de años, justamente a 30 años del sismo, tuve proximidad con gente de la colonia Guerrero, personas que en el 85 tuvieron un papel clave en la organización para la reconstrucción. Vamos a platicar con algunos de ellos. Más que hablar sobre la destrucción o sobre el 85 en sí mismo, me parece importante explorar el contexto social que existía en ese año, para entender cómo es que los grupos y comunidades lograron recuperarse, organizarse y hacer una serie de propuestas en un contexto de crisis, de transformación, de fractura física en el país.

Vamos a platicar cómo, desde los años setenta, alrededor del problema de vivienda, empezó a existir un grupo en la colonia Guerrero que trató de generar soluciones. Vamos a hablar de cómo esta organización previa dio forma a la respuesta muy concreta al sismo de 85. Para terminar, hablar de cómo la demanda de vivienda comenzó a transformarse en una demanda de democratización.

Yolanda Tello. –Yo me sitúo en el momento en que aparece una manta afuera de nuestra vecindad. Yo vivía en la de Sol 199. La manta decía que el predio estaba en venta. Si se vendía, nosotros nos íbamos a quedar sin vivienda; éramos todos inquilinos. En ese momento empezamos a platicar con el dueño, empezamos a platicar con Banobras, con una serie de personas y organizaciones que nos podían ayudar a resolver el problema. Pero no lo hicieron.

Entonces empezamos a conformar una cooperativa de vivienda, para tener casa propia. Así se hizo la Cooperativa Cohuatlán, aunque finalmente muchos no pudimos tener una vivienda ahí porque no teníamos salarios fijos. Muchos en la colonia eran artesanos, gente que trabajaba por su cuenta. No teníamos Infonavit, que era lo que nos solicitaban en aquel momento.

Algunos propietarios de vecindades las vendieron. Para ese entonces ya estábamos metidos en la Unión de Vecinos y lo que hicimos fue organizarnos de tal manera que logramos frenar a dos propietarios más, no permitir que vendieran. Uno sí habló con nosotros y llegamos a un acuerdo, pero el otro dijo: “vamos a entrar a juicios y no me detengo”. Llegó muy enérgico, diciendo que venía de la Morelos sacando gente y que nosotros no íbamos a ser un obstáculo y nos iba también a sacar.

Teníamos, en la organización, comisiones que nos preparaban en lo jurídico, lo técnico, lo laboral y en temas de comunicación. Todas estas comisiones trabajaban juntas para poder ir resolviendo los problemas de los inquilinos. Teníamos que saber qué era una demanda, por qué nos estaban demandando los propietarios, cómo teníamos que hacer los depósitos de renta, cómo hacer las consignaciones. Todo esto lo aprendíamos y por eso teníamos los elementos para poder defendernos ante cualquier instancia de gobierno.

Era cómodo para nosotros vivir ahí, pero ya estaban muy deterioradas. En los juicios en el Tribunal Superior de Justicia dijimos que teníamos que estar, cada año, remozando la vecindad, destapando drenajes, haciendo reparaciones de todo tipo para que no se deteriorara más.

Llegó el momento en que tuvimos la necesidad de cambiar los techos de nuestras viviendas porque estaban a punto de colapsarse. Nosotros no sabíamos mucho de cuestiones técnicas pero la organización sí tenía la posibilidad de enseñarnos. Nos juntamos ahí con la gente de la asociación civil Casa y Ciudad, que nos hizo una propuesta de cómo arreglar los techos. Así cambiamos como 20.

Ciudad de México, 2017

por Pedro C. Cortés

Pedro C. Cortés (1991)


Mexicano, nació en el Distrito Federal. Fotógrafo y narrador. Estudió Creación Literaria en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia. Ha publicado sus trabajos en la revista Warp y en la Revista Vicio, así como en diversos periódicos del país. Es profesor de creación literaria y ha dictado cursillos en la Biblioteca Vasconcelos. Como fotógrafo, ha desplegado su acción particularmente en el paisajismo, el retrato y el fotorreportaje. Le gusta autodefinirse como cronista a ratos, fisgón de tiempo completo. Entre las influencias que reconoce están las de Stanley Kubrick, Juan Rulfo y Kevin Johansen. A menudo, manifiesta que ama el cubo Rubik.



Cuando llegó el 85, nosotros ya habíamos terminado de construir nuestros techos. Gracias a eso no tuvimos ninguna desgracia. Los techos fueron la primera experiencia en la cuestión de reconstrucción. Porque estábamos organizados y con esa experiencia pudimos ayudar a otros de manera inmediata. Salíamos todas las comisiones a apuntalar viviendas, a censar a la gente que estaba en malas condiciones y a decirle a los inquilinos que no se salieran de sus vecindades, que, si tenían que salir, pusieran campamentos en la calle, para estar supervisando que no les fueran a quitar las viviendas.

En la noche de ese mismo día, del 19 de septiembre de 1985, empezamos a apoyar con comida a los diferentes compañeros que estaban en malas condiciones. También armamos brigadas de seguridad y brigadas para apoyar en el rescate de cuerpos. Fue similar a lo que pasó ahora, que salieron todos, pero en el 85 teníamos el sustento de nuestra organización.

En las comisiones formulamos una propuesta para presentar al gobierno. En aquel entonces estaba Miguel de la Madrid de presidente. El regente, Ramón Aguirre, no nos daba respuesta, no se daba color de lo que estaba sucediendo, y entonces las movilizaciones que se hicieron fueron muy importantes para poner presión a Los Pinos. Hicimos tres movilizaciones fuertes y en la tercera finalmente se nos dio una respuesta a lo que estábamos planteando. En nuestra organización no había colores, no había distinciones; era una organización enfocada en dar solución al problema que estábamos viviendo.

Cecilia Barraza. –Había una organización previa a los esfuerzos de reconstrucción. Esto explica la capacidad de la movilización de los vecinos de la Guerrero. Es importante también la sub-organización a partir de comisiones que se enfocan en distintas tareas. ¿Cómo vivieron ustedes este proceso de organización?

Manuel Rivera. –Nos sorprendió el sismo de 1985 con una conciencia social. Lo que llamamos la Coordinadora Inquilinaria, de la que formábamos parte, incluía muchas organizaciones. Entre ellas estaba la de habitantes de cuartos de azotea de Tlatelolco, el Comité de Lucha Inquilinaria del Centro, la Unión de Vecinos de la Colonia Guerrero, la Peña Morelos, la Valle Gómez y la Santa María la Ribera, entre otras. Varias organizaciones fueron el germen de una demanda muy concreta al gobierno de Miguel de la Madrid: la expropiación de los predios afectados. Esto eventualmente se da y aglutina a todas las organizaciones que surgieron no sólo en la colonia Guerrero, sino en todo el Distrito Federal. Muchas personas que antes no se preocupaban por nada, de pronto salieron junto con nosotros a pelear por la expropiación.

Cuando llegó el sismo, teníamos un nivel de organización bastante fuerte. Esto nos permitió, entre otras cosas, coordinar el apoyo que nos llegó; por ejemplo, polines para apuntalar. También recibimos papas, porque la comida que ofrecíamos era sopa de papa, papas con huevo, ¡todo con papas! Era comida para los damnificados que se ofrecía sin costo.

Desgraciadamente, pasamos muy rápido de tener una conciencia social a tener una conciencia apolítica. No pasamos casi por una conciencia política, porque en 1988, tres años después del sismo, viene la derrota de Cuauhtémoc Cárdenas y eso desilusiona, desencanta, genera una conciencia apolítica en toda la gente.

Cecilia Barraza. –Efectivamente, yo creo que hay una dimensión política que podemos seguir discutiendo. Tenían ustedes una idea muy clara de qué debía hacerse y el gobierno no tenía que sacarse de la manga las soluciones.

Paco, tú en algún momento me platicaste que el documento que ustedes le presentaron a De la Madrid puede considerarse como el germen del Programa de Renovación Habitacional Popular.

Francisco Saucedo. –En el 85, el gobierno de la ciudad, el Departamento del Distrito Federal, tenía un programa que se llamaba PRUPE, Programa de Reordenamiento Urbano y Protección Ecológica, que buscaba crear ocho grandes centros urbanos en la ciudad, donde todo estuviera junto. Eran centros con fábricas, cultura, almacenes para la provisión de alimentos, escuelas, etcétera. La parte central de la ciudad tenían programado que fuera la Zona Dorada. Iba a ser la zona financiera y turística de la ciudad; aquí iban a estar los bancos, las casas de bolsa, los hoteles y centros turísticos.

Manual de la Unión de Vecinos de la Colonia Guerrero y la Unión Popular de Inquilinos de la Colonia Morelos-Peña Morelos








Todo esto significaba una amenaza para los pobladores de la zona central de la ciudad. No cabíamos en ese proyecto. Estoy hablando del centro y sus alrededores, una zona con un sinnúmero de viviendas viejas y ruinosas llamadas vecindades. Con los proyectos de transformación urbana que promovía el gobierno, la gente empezaba a salir del Centro, expulsada hacia la periferia de la ciudad, a los cinturones de miseria donde autoconstruían sus viviendas.

Otra condición que ayuda a entender el contexto político y social en el que ocurrió el sismo del 85 es la represión. Veníamos de la experiencia traumática de 1968, del movimiento estudiantil reprimido por el gobierno. En los años previos al sismo empezaba a recuperarse un poco la movilización popular, que tardó más de diez años en abrir de nuevo el Zócalo como un espacio para la manifestación y la expresión de demandas por parte de maestros, obreros, campesinos.

Doña Rosario Ibarra de Piedra conformó el Comité Eureka contra la desaparición de personas y contra la represión. El Frente Nacional contra la Represión era un grupo de madres de desaparecidos que operaba como núcleo central en contra de la violencia de Estado. En tiempos de José López Portillo, si no me equivoco, en los periódicos apareció una fotografía del momento en que la señora Rosario rompe el cerco del presidente y se avienta a sus pies para llamar la atención. En ese tiempo nadie veía al presidente a no ser los sectores relacionados al Partido Revolucionario Institucional. De los movimientos sociales nadie podía ver al presidente, y Rosario Ibarra de Piedra comenzó a cambiar eso.

Una tercera condición que es importante tener en cuenta es la existencia de movimientos sociales en los barrios. Estaban formados desde abajo. Después de 1968, se fueron incorporando cuadros universitarios y políticos a estos movimientos. Estos cuadros son los que propiciaron que se pudieran coordinar distintos movimientos sociales.

En aquel tiempo ya se había formado la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, la CNTE, que ha estado enfrentando la reforma educativa y hoy tiene una presencia muy importante en la organización de damnificados de los sismos en Oaxaca y Chiapas. De esto no se habla mucho, pero ahí están trabajando. También estaba la Coordinadora Nacional Plan de Ayala, que aglutinaba a los movimientos campesinos, y el Movimiento Urbano Popular, que era donde estábamos nosotros. Esto me parece importante, porque es una de las grandes diferencias a lo que estamos viviendo hoy.

Esto que decía Manuel de la desilusión, del hartazgo de la política, es una expresión del presente, pero en aquellos años era muy diferente. Nosotros decimos que, a raíz del sismo del 85, el partido oficial, el PRI, perdió la base que le daba sustento en el Distrito Federal. La credibilidad la ganaron los movimientos populares que se sumaron a las luchas de los damnificados. Es así que me atrevo a decir, como comentaba Cecilia, que la propuesta de reconstrucción que desarrollamos nosotros tuvo un impacto en el proyecto oficial, en el Programa de Renovación Habitacional Popular, que operó en la parte central de la ciudad después.

¿Cuáles son para mí los éxitos de la respuesta al sismo por parte de las organizaciones populares? Evidentemente, el primero es, como escribió Carlos Monsiváis, la aparición de la sociedad civil que se auto-organiza y que coordina la respuesta a la emergencia ante la incapacidad del gobierno. Voy a contar una anécdota: en la colonia Guerrero, afuera del local de la Unión de Vecinos, que era en la calle de Sol 168, la devastación era total. No había agua, ni luz, ni drenaje. La delegación mandó patrullas al local de la Unión para que en la noche salieran brigadas de vecinos a ofrecer seguridad a varias zonas de la colonia Guerrero, con las patrullas iluminando atrás. Esto muestra que las organizaciones tenían más credibilidad que el propio gobierno.

Como organización, comenzamos a promover que los damnificados establecieran campamentos afuera de sus viviendas, si ya no podían ocuparlas. La idea era que no se fueran porque podían perder sus casas. Los campamentos se hicieron de manera muy horizontal, de predio en predio, de vecino en vecino. En particular en la colonia Morelos, que a mí me tocó estar ahí, se llenaron de campamentos todas las calles. Nadie podía transitar en carro por la colonia. Con eso se logró que no fuéramos expulsados de la zona. Esto fue otro éxito.

Manual de la Unión Popular de Inquilinos de la Colonia Morelos-Peña Morelos







Otro logro de la organización fue la expropiación. Vimos que era la única manera de evitar la especulación del suelo. A través de un diputado se empezó a discutir este tema en la Cámara. Claro que ni nos pelaron. “Pinches locos”, decían. Y así nos trataban. Pero eventualmente lo logramos, después de presionar y presentar nuestras demandas a la presidencia. Logramos también que se adoptara nuestro programa de reconstrucción.

Finalmente tuvimos un logro importante en el tema de comunicación. El control de la información en el 85 estaba en manos del Estado. Nosotros vimos una gran oportunidad cuando llegó la prensa internacional a la Ciudad de México y le dio los micrófonos a los damnificados. El López Dóriga de aquellos años era Jacobo Zabludovsky. En los noticieros de Televisa decía: “no salgan a la calle, todo está bajo control”. Y hagan de cuenta que para la gente esto significaba “salgan”. La gente no les creía a los noticieros y salió a la calle a controlar el tránsito, a guiar a las patrullas, a las ambulancias, etcétera. Todo el control estaba en manos de la sociedad. Entonces, con la falta de credibilidad de los medios mexicanos y la presencia de los medios internacionales, se logró algo de apertura de los medios de comunicación.

Cecilia Barraza. –Creo que los inquilinos, las organizaciones, fueron tomando un espacio importante en la toma de decisiones y luego fueron haciendo propuestas concretas. Sus propuestas no solamente tenían que ver con la reconstrucción física, sino también con una reconstrucción social.

Francisco Saucedo. –La propuesta de reconstrucción que hicimos estaba basada en las necesidades de la gente. El 27 de septiembre de 1985, a una semana del sismo del 19, salimos en una gran movilización de damnificados. El 2 de octubre, como producto de esta movilización, la presidencia invitó a varias organizaciones sociales a una reunión en un edificio a un lado de Los Pinos. Éramos como 20 personas, de las cuales yo solamente no conocía a una, a Felipe Ehrenberg, que había formado un campamento en Tepito. Todos los demás nos conocíamos del Movimiento Urbano Popular.

A mí me propusieron como coordinador de esa reunión. Un tal licenciado Zorrilla nos dijo: “los estoy trayendo aquí para que se pongan de acuerdo, que decidan qué quieren”. Eran las 12 del día y nos dijo: “a las 5 de la tarde tienen siete minutos con el presidente De la Madrid”, y se salió. Yo les propuse a los compañeros que hiciéramos tres demandas: primero, la expropiación de predios dañados; segundo, la rehabilitación de todos los servicios públicos en toda la zona devastada, y tercero, la adopción del proyecto de reconstrucción que habíamos desarrollado.

Cuando llegó el presidente, le di el folleto Proyecto de reconstrucción de viviendas en las colonias Guerrero y Morelos. Estuvimos más de hora y media con él. Le presentamos las tres demandas y, a los ocho días de la reunión, se publicó el decreto expropiatorio y poco después se estableció el Programa de Renovación Habitacional Popular.

Durante la reconstrucción se hicieron muchas organizaciones pero, tenemos que decirlo con mucha honestidad y mucha pena, algunas se convirtieron en empresas inmobiliarias. Por eso nosotros decíamos que nuestro papel no era hacer viviendas, sino pedir que se hicieran políticas públicas con una directriz y una supervisión social. Solicitamos que la gente se reuniera para decir qué tipo de vivienda quería. Juntos, pedimos que no se perdiera el aspecto comunitario de las vecindades, que tenían patios al centro y eran como grandes familias. En cuanto la gente tuvo vivienda propia, se volvió más individualista.

A nosotros no nos interesaba nada más que se diera vivienda a los miembros de nuestra organización. Nos interesaba que hubiera programas que resolvieran problemas de fondo. Después del Programa de Renovación Habitacional Popular se hicieron otros, con créditos del Fondo Nacional de Habitaciones Populares, que dieron la oportunidad a la gente de tener una vivienda habitable. Estos cambios contribuyeron a que eventualmente cambiara el gobierno de la Ciudad de México. Varios miembros del Movimiento tuvieron la oportunidad de ser diputados y, desde esa posición, lograron que se siguiera dando créditos accesibles a la gente.

Habría que reflexionar qué ha pasado con los programas que surgieron de estos esfuerzos. Muchos ya no tienen la vocación de apoyar a la organización social, sino que buscan beneficiarse de ella. Esto es algo que tenemos que revisar, porque los programas a veces no son malos, sino que actúan mal quienes los manejan y ahí hay una responsabilidad tanto de la sociedad como de los funcionarios.

Cecilia Barraza (1971) ha participado en organizaciones vecinales de La Merced, Santa Fe y la colonia Guerrero. Tiene un libro: Pólvora. Retratos y murmullos de la Fábrica de Pólvora en Santa Fe. Francisco Saucedo (1955) es colaborador del Centro Internacional de Investigación de la Economía Social y Solidaria en México de la Universidad Iberoamericana. Fue uno de los fundadores de la Unión de Vecinos de la Colonia Guerrero, la Coordinadora Única de Damnificados y la Asamblea de Barrios. Yolanda Tello forma parte de la Unión de Vecinos de la Colonia Guerrero y de la Asamblea de Barrios desde su creación. En Casa y Ciudad busca preservar la memoria de movimientos sociales. Manuel Rivera es miembro de la Unión de Vecinos de la Colonia Guerrero. Coordinó los procesos legales contra los desalojos en vecindades.