Felipe Ehrenberg: “enfocar un hato de ignorancia organizada”
Luis Gil
La vasta obra de Felipe Ehrenberg (1943-2017) y su propensión a desolemnizar el arte, poniendo en entredicho los límites de los géneros y sus técnicas, bastarían para consagrarlo como una de las figuras más indudablemente provocadoras de la cultura mexicana. Atento a su realidad, en 1968 participó en la traducción y publicación de las noticias del Consejo Nacional de Huelga enviadas a corresponsales extranjeros, como Oriana Fallaci. Orillado por la represión, se exilió en Londres. En 1974 regresó a México, mientras el presidente Luis Echeverría se planteaba la amnistía que finalmente decretó el 17 de mayo de 1976 para los procesados por sedición e invitación a la rebelión en el conflicto estudiantil de 1968. En 2001, el canciller Jorge Castañeda, a quien conocía desde joven, lo nombró agregado cultural en Brasil. Le preguntó si hablaba portugués y Ehrenberg dijo que “perfectamente bien”, aunque era mentira. Después de aparecer desnudo en la película Crimen delicado, lo cesó el nuevo canciller, Luis Ernesto Derbez, a quien pintó como “un hombre palurdo de negocios, absolutamente estúpido”. Sus reflexiones, surgidas de su trabajo en Tepito tras el sismo de 1985, son las que ahora intenta rescatar
a través de la entrevista realizada por Luis Gil el 5 de febrero de 2016. La transcripción de este diálogo abona a las discusiones actuales sobre el papel de la arquitectura en los procesos de reconstrucción.
–¿Qué herramientas y estrategias multiplican las experiencias positivas del diseño, la construcción y la organización social?
–¿Qué herramientas? No creo tener una respuesta para eso. Yo no soy un experto en las herramientas sociales, aunque sí tengo experiencia en la convivencia, cosa que los que planifican no tienen. La convivencia con la gente necesitada. Tenía nexos en Tepito, donde trabajé en la reconstrucción, desde antes del sismo del 85. Crié a mis hijos en Xico, una pequeña ciudad en Veracruz. Teníamos café y pimienta. Venía a la Ciudad de México para vender la pimienta a un receptor en el mercado de Tepito, por eso es que más adelante yo llegué a quedarme ahí. En uno de mis viajes a México me agarró el sismo. Acababa yo de entregar la mercancía. Eso me dio una proximidad que ningún arquitecto de los sectores más favorecidos de la ciudad tiene.
–Me imagino que la organización vecinal que se tiene ahí ya existía antes del sismo.
–México no hubiera sobrevivido sin la organización social ancestral que lo sostiene, empezando por la familia expandida. Siempre hay algo... los padrinos sí funcionan, los parientes sí albergan a hijos que quieren estudiar en una ciudad fuera de la ranchería o del pueblo. La estructura social de México fue un fundamento esencial para el funcionamiento del país. Esos ejes se resquebrajaron completamente de López Portillo para acá. Obviamente estamos hablado de De la Madrid y de Salinas y de todos los presidentes que han seguido, que son cada vez más distantes de la población. Ahorita tenemos un presidente retrógradamente criollo, de Atlacomulco. Lo único que tiene de mexicano es el nombre.
–En procesos de reconstrucción y participación social, ¿dónde cree que debe estar el Estado?
–Yo creo que esa pregunta ya no aplica hoy día. Creo que la podría usted haber hecho, no sé, hace 25, 30 años, porque ahorita ya no podemos hablar de un Estado; se ha privatizado todo. El Estado prácticamente no existe como tal. Es una gerencia.
Casi nadie notó los cambios lingüísticos que se dieron con De la Madrid. Antes de él, los presidentes hablaban de régimen. De la Madrid fue el primero que habló de administración y, en ese sentido, se fue degradando la presencia del Estado ante la sociedad de modo tal que tenemos el país que tenemos hoy día. Es un país en plena guerra civil. Yo diría que estamos en el equivalente de 1908-1909, al borde de un estallido mayor.
Si es que podemos hablar de un Estado, ya no lo podemos llamar benefactor. Es un Estado que se beneficia a sí mismo. La sociedad se ha balcanizado, pero tenemos pequeños lugares de resistencia todavía. Cuando hablo de resistencia, quiero decir que nos resistimos a desmoronarnos. Un ejemplo es Cherán. Ellos están resolviendo muchos problemas. No tienen torres de oficinas, ni especulación inmobiliaria, ni ese tipo de cosas. Vea usted lo que está pasando con los gigantescos edificios que se están construyendo sobre Paseo de la Reforma. ¡Dios nos libre de que nos caiga otro temblor como el del 85! Otro problema es el de la expropiación de terrenos en la Ciudad de México y los desalojos que eso causa.
–Esta ausencia del Estado, esta falta de un gobierno que esté cercano a la gente...
–De una política estatal.
–… la falta de una política estatal, ¿propicia más organización social? Como ya no recibimos apoyo del gobierno, entonces nos organizamos nosotros para poder salir adelante.
–No, no, no. Lo que acabo de opinar es que ese tejido social que lo permitía se degradó demasiado. Las fotos que se toman ahorita en Iztapalapa o en partes de Michoacán son iguales a las que se toman en Beirut: carros quemados, drenajes abiertos, no hay agua…
Se habló mucho en los primeros meses después del terremoto del 85 de la autoconstrucción. Muy bonito, un tema increíble, pero enfrenta muchas limitaciones. ¿Qué quiere decir autoconstrucción? Bueno, autoconstrucción no es que yo voy a comprar mis tabiques, a hacer mi mezcla, a poner los tabiques, les voy a poner techo y voy a meter a mi familia allá adentro. Se necesitan conocimientos mínimos para una cosa así. Máxime que yo, que todavía guardo mi chamba, tengo que ir a ser afanador a no sé donde o a ser portero, a trabajar en esta o aquella fábrica, o a ser sirvienta en este o aquel lugar, o poner mis puestos porque soy comerciante. ¿A qué hora voy a salir a comprar tabiques, arena, cal y cemento y la cuchara para poder construir?
Nadja Massün (1963)
Congolesa, nació en Buta, al norte del río Congo. Trotamundos de origen franco-húngaro. Estudió economía y ciencias políticas. Radicada en México desde 1983, donde trabajó para las Naciones Unidas. En 1999 empieza a dedicarse a la fotografía, sobre todo al retrato. En los rostros ella ve no sólo sus gestos, sino que también escucha sus historias. Así como la magdalena de Marcel Proust, ella piensa que hay que penetrar en el inconsciente, personal y social, para redimir la memoria. Ha expuesto en México, Eslovaquia, Hungría, Alemania y sobresale la X Bienal de La Habana de arte contemporáneo. Sus trabajos y sus días aparecen en libros, Fotografía contemporánea en Oaxaca, y revistas: Biodiversidad, sustento y culturas; Cuartoscuro; Black & White. También cultiva el documental: La diosa del maíz y Resistencia visual.
Hay un libro muy interesante que se llama
El manual del arquitecto descalzo, de un brasileño-holandés, Johan van Lengen, que habla mucho de la autoconstrucción. Explica cómo orientar una casa, cómo construir con adobe, cómo producir adobes más eficaces, cómo ventilar las casas. Es un libro muy útil en el campo, pero no en la ciudad. Y la urbe ya es prácticamente lo que predomina en el país. En el resto, que no es urbano, cada vez más están privatizando las tierras, cada vez más están concesionando el subsuelo para minas. Yo no le veo salida.
–Siguiendo con este tema de la organización, ¿cuáles son las características de las experiencias que pueden perdurar en el tiempo, que trascienden?
–Mire, está la Unión de Vecinos y Damnificados, formada después del 85 y que existe todavía. Está en una casita en la colonia Roma. Tienen un centrito cultural y, de vez en cuando, todavía defienden a gente de algún desalojo. Pero no tiene ya una capacidad organizativa, una fuerza política, un perfil suficientemente fuerte para responder a las necesidades actuales.
De los organizadores que surgimos inmediatamente después del sismo, muchos se hicieron políticos y pues ya están al servicio de distintas banderas. Se pusieron la camiseta de este o de aquel partido, y olvídese usted de las necesidades de la población.
Mire lo que está pasando en Santa Fe. Desplazaron a los habitantes originales y los mandaron a una favela. Obligaron a una comunidad ancestral a convertirse en una favela, una villa miseria, como dicen los argentinos. Mientras tanto, no hace mucho se publicaron fotos de una casa privada lujosísima que se bamboleaba al borde de un acantilado, y la gente se preguntaba quién dio permiso de construir ahí.
–Cuando se cayó parte de un cerro.
–Qué se puede hacer, por parte de las autoridades, dentro de un Estado ímprobo.
Hacia inicios de la Segunda Guerra Mundial, con una Alemania increíblemente bien preparada con maquinaria bélica, empezaron los ataques a Inglaterra, que no estaba preparada. Hay una película muy interesante que se llama
The Dam Busters –
Los explotadores de diques–, que trata de cómo los ingleses lograron atacar los diques alemanes del lado sur del Canal de la Mancha. En un inicio, reunieron a las mentes más brillantes y lúcidas del momento, y nadie encontraba cómo lograr atacarlos. Hubo quien propusiera algo que se resume en la frase “enfocar un hato de ignorancia organizada”. Comenzaron a consultar a amas de casa, pescadores, albañiles, a cualquiera, a gente ignorante en cuestiones de la guerra. Y fue un pescador el que resolvió el problema. Dijo: “hay que hacer unas bombas que sean planas como
hot cakes porque, cuando yo estoy en la playa y aviento una piedra plana al agua, chun, chun, chun, chun, la piedra bota. Si los aviones pueden echar bombas que boten sobre el agua, puede que lleguen hasta los diques sin ser interceptadas por los torpedos”. Arriba de un dique había un enorme emplazamiento alemán y, con la rotura de ese dique, podía deshacerse. Dicho y hecho.
Esta teoría de enfocar un hato de ignorancia organizada me parece la única salida. Consultar correctamente y no amañadamente como hacemos en México. Consultar a la gente que tiene experiencias en desastres, que no tiene experiencias en arquitectura, que no sabe de ingeniería civil, que esté alejada de los intereses partidistas, para poder llegar a soluciones. Tenemos que llegar a muchas soluciones porque no hay una sola para las distintas situaciones de emergencia que enfrentamos, como el peligro ambiental o el hacinamiento. Creo que se tiene que elaborar un sistema de consulta a ignorantes organizados.
–Está bonita la frase, muy evocativa. ¿Cómo se manifiesta lo colectivo en el espacio público o, más bien, en el espacio construido?
–¿Cómo se manifiesta la sociedad en medio de espacios construidos?, ésa es la pregunta.
–Exacto.
–La palabra “tianguis” viene de
tiānquiztli, que es lo mismo que decir
the marketplace. Es en el mercado donde se combate la endogamia, donde se puede cortejar, donde se puede enriquecer, se puede aprender de gente que viene de fuera. Vea usted el crucero de Viaducto y Patriotismo, en la Ciudad de México. Ahí hay un alto muy largo y se mezclan los menonitas, con sus quesos; las otomíes, con sus muñecas; los nahuas, con sus artesanías; vendedores de la periferia, con sus chicles, chocolates y cacahuates; ahí ves cómo se comporta la colectividad. La colectividad tiende a colectivizarse, tiende a crear de su convivencia un mercado, una suerte de lugar de
troca, donde hay intercambios de todo tipo. Desde “te cambio mi zapato por tu sombrero” hasta “te cambio una idea por otra”.
–Lo colectivo muchas veces va más allá de lo construido. Casi siempre, diría yo. Pero aun así me gustaría preguntar ¿qué posibilidades cree que ofrezca la existencia de un espacio común para la organización social y la obtención de beneficios comunes?
–Podríamos hacerle esa pregunta a alguien que vive en Bosques de las Lomas y que tiene el dinero para entrar en un club. Los grandes
shopping mall, los centros comerciales que está construyendo el sector más pudiente de la clase media mexicana son tianguis cubiertos, tianguis internos, con cámaras, vigilados. La gente que frecuenta estos espacios se siente amenazada por la gente que frecuenta el origen del centro comercial, que es el tianguis. Solamente se sienten bien en sus clubes, se sienten bien en sus centros comerciales. Es la respuesta de un sector de la sociedad que desconoce las realidades, las otras realidades.
–Todos éstos son actos de “edición del espacio”. ¿Qué se pierde con ellos?
–Se pierden muchas cosas pero sobre todo se pierde la excentricidad. La gente quiere parecerse a todos los demás en el
shopping mall. No hay excéntricos en un club de golf. Ahí el excentricismo ya no puede existir. En cambio, en las grandes congregaciones comunitarias tradicionales hay tolerancia, hay la capacidad de aceptar a la otredad.
En mi pueblo, en Xico, está el idiota del pueblo; está el loco del pueblo, que es distinto de todos los demás. Si en Bosques de las Lomas hubiera un idiota, lo internarían en un hospital, porque tienen el dinero para hacerlo y porque hay hospitales que lucran recibiendo a los idiotas y locos del pueblo. En cambio en las comunidades orgánicas casi todos conviven y de la convivencia entre otredades surge la cultura. De ahí pueden surgir las artes, la música… obviamente no las artes cultas, ni la música culta, sino las artes a secas, sin adjetivos.
Nadja Massün (1963)
Congolesa, nació en Buta, al norte del río Congo. Trotamundos de origen franco-húngaro. Estudió economía y ciencias políticas. Radicada en México desde 1983, donde trabajó para las Naciones Unidas. En 1999 empieza a dedicarse a la fotografía, sobre todo al retrato. En los rostros ella ve no sólo sus gestos, sino que también escucha sus historias. Así como la magdalena de Marcel Proust, ella piensa que hay que penetrar en el inconsciente, personal y social, para redimir la memoria. Ha expuesto en México, Eslovaquia, Hungría, Alemania y sobresale la X Bienal de La Habana de arte contemporáneo. Sus trabajos y sus días aparecen en libros, Fotografía contemporánea en Oaxaca, y revistas: Biodiversidad, sustento y culturas; Cuartoscuro; Black & White. También cultiva el documental: La diosa del maíz y Resistencia visual.
–¿En qué puede contribuir la arquitectura a la imaginación de alternativas a las condiciones estructurales que sustentan diferencias económicas, raciales, étnicas y de género en nuestra sociedad?
–En nada. No creo en la arquitectura como una entelequia. A final de cuentas no estamos hablando de una abstracción. La arquitectura está hecha por arquitectos y los arquitectos, como cualquier otro ser humano, son falibles. La arquitectura no tiene posibilidades de responder a todas las condiciones que surgen en un país tan plural y tan polarizado, económicamente, como México.
Podría responder a las necesidades de las zonas absolutamente privilegiadas de las grandes ciudades. La arquitectura que se meta a incidir en el seno de la sociedad menos privilegiada lo va a hacer desde un punto privilegiado, lo va a hacer siempre desde el gobierno. Un arquitecto no va a poder salir solito, con toda su arquitectura encima, a responder necesidades de, por ejemplo, los wixárikas.
–En este sentido, ¿qué ventaja tendrían los equipos interdisciplinarios?
–Todas. Yo creo que el fundamento para poder enfocar un hato de ignorancia organizada debería de ser equipos interdisciplinarios. Cada quien sabe lo suyo: el pescador sabía lo suyo, la ama de casa sabe lo suyo, y son disciplinas distintas. Creo en los grupos interdisciplinarios y no en una sociedad como la mexicana, donde se buscan Legorretas y Pedros Ramírez Vázquez, donde se quiere enfocar la profesión en la figura grandiosa del arquitecto genial, a la manera del Renacimiento.
Mire nada más el Centro Nacional de las Artes, en Churubusco. Lo diseñó Legorreta y es la cosa más antiartística, anti-conducente a la creatividad. Vea usted el Museo de Arte Moderno, en Chapultepec, de Ramírez Vázquez. Se le ha tenido que hacer cualquier cantidad de reformas para poder convertirlo en un museo porque lo que él hizo fue una vitrina de vidrio. Y vea usted lo que hizo Pani en Tlatelolco. Por mucho que le metió jardincitos y andadores, los del sexto piso necesitan tienditas, y tienen que bajar seis pisos cuando no hay elevadores que funcionan y caminar todavía un kilómetro a la tienda más cercana.
Yo creo que hay que leer el libro de Witold Rybczynski que se llama
The most beautiful house in the world –
La casa más bella en el mundo. Traza la historia de la humanidad, desde que comenzó a levantar muros y ponerles un techo encima. Esta lectura explora la manera en que la humanidad resolvió cómo albergarse, al margen de lo que los urbanistas y arquitectos puedan proponer.
–En el lema de la Bienal de Venecia 2016, “Reportando desde el frente”, ¿quién diría usted que está en el frente?
–Yo creo que los que estamos en el frente somos precisamente los periféricos, no los céntricos. Creo que los que pueden ofrecer noticias desde el frente son quienes ignoran el mundo –ya casi surrealista, tan interiorizado y teorizado– de la arquitectura contemporánea.
Cuando yo era joven los arquitectos todavía construían casas, unían fuerzas con ingenieros civiles. Hoy tenemos el premio Pritzker para arquitectos que construyen cosas como el Guggenheim Bilbao o el edificio más grande del planeta en Dubái. Ellos ciertamente no están al frente, están resguardados en un palacio.
Justo creo que lo que intentan ahorita las grandes élites ligadas al Pritzker y a la Bienal de Venecia es voltear a ese frente social que se ha perdido. Al plantear este tema, la Bienal muestra que tal vez lo arquitectónico está comenzando a sentir pasos y a reconocer que hay que enfocar hatos de ignorancia organizada para resolver nuestros problemas.