La poesía es como aquella flor de Leopardi: tiene el poder de consolar al desierto. Así los poetas aquí reunidos. Buscaron la palabra que nombra lo innombrable: la raíz de lo más doloroso, los colores del gozo humano, el latido de la incertidumbre. También le abrimos paso a un cuento. En la ficción, el escritor, como el diablo shakespeareano, engaña encarando con la verdad. Por eso la literatura es el mejor espejo.
Alguien erosiona el monte que tomamos
para contemplar palomas
y rostros amarrados con pañuelos.
Viajábamos sin pasaporte,
más allá de la máquina Singer
que nuestras madres pedalearon
sin llevarlas a una esquina de la época.
Queríamos cantarnos todos juntos
entre girasoles que cultivaron los más viejos.
Con todo, no éramos originales,
por más niebla que bebimos,
por más cerezas que arrojamos en la nieve,
por más palabras hirsutas,
nos parecíamos a los ayer.
Cargamos con igual ardor esa bengala inútil
que nadie vio y tú lo sabes.
Sucede que sí, es como si se hubiera detenido el agua
que rodeó el volcán entrando por la niebla
en la mazmorra que hemos sido.
Un día de asueto va soltándonos,
esas visiones son cobras de oro en otro mundo.
La memoria no es el álbum, sino una larga herida negra que nos cruza,
un lagarto, tal vez, debajo de los músculos.
Es como si se hubiera vuelto llama lo que encuentra cada ojo:
hay una carretera, hay bosque, silencio que no siguen mariposas, sino esquirlas.
También alguien está pariendo sombras,
de algún modo deben poblarse los acuarios
que son esta duda detenida al borde de un círculo de Dante,
este saber que renuncia con su acorde a la compasión del búho
y a la sangre que coagula en quien olvida.
Es la noción de los pájaros que romperían el huevo para regresar a su delirio,
es el rostro sepia de la llaga cuando un ángel vuelve a recargarse en ella.
Es como si se hubiera detenido el aire, detenidas las escamas del bestiario un día.
Mexicana, nació en Jojutla. Poeta, narradora y periodista. Cursó los posgrados en Literatura, en la Pontificia Universidad Javeriana, y en Ética para la Construcción Social, en la Universidad de Deusto. En su bibliografía figuran Todo es edad, Para un árbol amarillo, Todos los mares llevan a Virginia y Beijing entonces. Cuenta, entre otras distinciones, con el Premio Nacional de Periodismo, el Premio Nacional de Poesía Ignacio Manuel Altamirano, por Tratado de bengalas, y el Premio Nacional de Narrativa Dolores Castro, por Cuaderno negro para el ojo, su primera novela.